El mejor fin de año

El día había sido un poco duro, últimamente todos lo eran en el trabajo, y no precisamente por excedencia del mismo.
Los primeros meses no estuvieron mal del todo, quitando que el encargado era un poco prepotente y se pasaba medio día en el bar. Al principio le reía algunas gracias e incluso le pasaba ciertos comentarios machistas e incesantes críticas al resto de mis compañeros. Poco a poco empecé a ver cosas que me fueron gustando cada vez menos y me fuí sintiéndo incómoda. El tiempo que no lo pasaba en "la segunda oficina", como llamabamos el resto de trababajadores al bar donde siempre iba, lo pasaba quejándose de su vida y de lo mal y poco que trabajabamos el resto, incluyendo el jefe. Más tarde le dio por pensar que teníamos confianza suficiente como para pedirme dinero o que girara la cabeza ante ciertas, llamemosle 'irregularidades'.
Acabé hablando con el jefe, al fin y al cabo, era parte de mi familia y creí que debía saber ciertas cosas. Me lo agradeció. Desde ese momento pasé a ser para el encargado la preferida a criticar y la relación entre los se fue tensando.
Y bueno, no quiero contar mucho más de mi anterior trabajo, solo que mi situación laboral tampoco era la idónea y yo no hacía nada, no se si por respeto, por conformismo o por que leches.

Ese día me había enterado de que definitivamente me quedaba sin vacaciones y no había sido capaz de reaccionar como debería. No había podido enfrentarme a mi jefe y decirle que hacía ya tiempo que había sobrepasado el límite y que no sabía cuanto más aguantaría. Para colmo, el encargado había estado especialmente 'simpático' (después de unas cuantas cervezas salía su vena cómica). Y sin avisar, de vuelta a casa, un par de lágrimas resbalaron por mis mejillas mientras trataba de visualizar la conversación que tendría con D. al llegar. Intentaba buscar las palabras, no quería decirle que una vez más me había quedado callada y había asentido aunque por dentro me muriera de ganas de decir lo que pensaba.

Abrí la puerta un poco aturdida y noté el golpe de una ola de calor en mi cuerpo. Había luz ténue y...y entonces ví a D. encendiendo a correprisa una vela y desapareciendo tras una puerta.
Me quedé quieta mirando el pasillo, solté el bolso y el abrigo en el suelo y me puse a sonreir como tonta. A mis pies había una flecha formada con pequeñas velitas blancas que indicaba que fuera hacia el final del pasillo. Pasé por encima y seguí hacia delante hasta llegar a otra flecha luminosa. Ésta apuntaba hacía el comedor.

La sonrisa seguía en mi cara y yo ya no me acordaba de nada. Abrí la puerta y entré despacio, sin saber muy bien que pasaba al otro lado... ¡Precioso!, no podía creer que fuera yo quien estuviera allí, envuelta por el calor de cientos de velas de colores. En el centro del comedor, en el suelo, pude leer un TE QUIERO escrito con velas junto a un corazón. No podría describr como me sentía exactamente, y en ese momento, D. se arrodilló delante de mi (como en las películas), y entre una risilla tonta que nos entró a los dos, me pidió QUE ME CASARA CON ÉL.